Hola a todos:
Hace unos días recibí un correo electrónico con una propuesta de entrevista. Como decenas que me llegan a diario. Sin embargo, este me llamó la atención. Voy a sustituir los nombres propios, pero la idea principal os va a quedar clara. Por si acaso, junket es como se denomina a una jornada de trabajo con la prensa.
"No sé si pudiste leer mi último mail sobre el junket de UUUU [entended que no puedo poner el título] previsto para el día 26 de julio desde Los Ángeles a las 11:00am - 1:00pm (LA time) lo que corresponde a las 20:00-22:00 en España. La entrevista está prevista para realizarse con los tres juntos [aquí digamos que son una vieja gloria de la comedia, otro cómico joven muy conocido en EE UU y una actriz joven con tirón en EE UU] en un mismo set y tendrá una duración de 5 minutos [...]. Te recordamos que esto no garantiza la entrevista, nosotros mandamos la nominación y quedamos a la espera de lo que sea posible confirmar desde internacional".
La semana pasada, en la newsletter de televisión y series, Natalia Marcos contaba por qué en EL PAÍS no ibais a leer una entrevista con Lena Durham gracias a Netflix, y esta semana Ana Marcos, en el boletín de Arte, desarrollaba el debate de qué es noticia y cómo contarlas, a cuenta de los museos que no lo son aunque se autodenominen así, y que, en cambio, atraen a numeroso público. Son distintas caras de una misma reflexión: ¿qué tenemos que hacer para dar a los lectores el mejor material posible? ¿Qué contamos y qué nos dejan contar?
Hace lustros, un redactor de la sección de Cultura contaba que las noticias de cultura nacían de promoción + repetición. Era una manera muy irónica, aunque realista, de verlo. Es muy muy difícil salirse de la promoción, por varias razones: la misma agenda de lanzamientos, que devora tanto a los periodistas como a los consumidores de cultura, la pereza profesional, el algoritmo, la reticencia de los creadores culturales a abandonar las vías trilladas... De todo hay. Y cada sector (música, cine, libros, arte...) tiene sus propios problemas. Hoy voy a hablar del periodismo de cine (otro día me centraré en la crítica, que ese es otro melón).
En cine, muchas entrevistas se realizan en festivales meses antes del lanzamiento de cada película en un país (ya sabéis que los estrenos, salvo de Hollywood, se realizan en fechas muy muy diversas) y porque a saber dónde están los directores y los actores de un filme cuando llegue el estreno nacional. Sí, se quedan enlatadas. Bueno, esas entrevistas se pagan. No por el medio, sino por la distribuidora de cada país a una agencia internacional que monta el evento en el festival. En 2009 Toni García contaba aquí el sorpresón de Michael Moore en Venecia cuando descubrió que sentarse ante él en grupo (ni siquiera eran encuentros individuales) costaba como poco 2.000 euros.
Yo mismo me senté en la promoción en 2012 en Cannes de Killing Them Softly, de Andrew Dominik, para hablar en un grupo con Brad Pitt. El encuentro se retrasó, fusionaron dos grupos de periodistas, Pitt llegó con Dominik y se lio. Había freelances (periodistas independientes sin medio de comunicación detrás) que habían pagado hasta 5.000 euros por lo que a todas luces iba a ser (y lo fue) un pequeño desastre. En aquella mesa hubo sorpresas, como la amplia diferencia de precios entre un país u otro, o las muy distintas maneras de negociar en cada territorio. Por mí había pagado la distribuidora española y lo primero que hice al acabar fue hablar con su jefa de prensa y advertirle de que no se habían cumplido las condiciones pactadas (vamos, les dije que ni pagaran). Porque en muchísimas ocasiones las condiciones cambian, y siempre en contra de la prensa (recorte de tiempos; en vez de entrar solo, ir de dos en dos) "porque el talent [manera fina actual de llamar al entrevistado] ha acortado la agenda [resaca, comilona, tocada de narices, lo que sea...]".
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