Toda la actualidad cinematográfica
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Más del 60% de las trabajadoras del audiovisual ha sufrido agresiones sexuales
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GREGORIO BELINCHÓN YAGÜE
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Hola a todos:
Ayer y hoy se están celebrando las jornadas profesionales de CIMA, la Asociación de mujeres del cine y del audiovisual. Como plato fuerte, ayer se presentó el primer gran informe sobre violencia sexual en el audiovisual. Y ha resultado tan demoledor como desolador... aunque personalmente no me ha extrañado. Este es nuestro plato fuerte de la newsletter de hoy.
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La ministra de Igualdad, Ana Redondo, en el acto de presentación del informe de CIMA. / EFE
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El dato principal es concluyente: el 60,3% de las mujeres declara haber sufrido algún tipo de violencia sexual en los espacios relacionados con la industria del cine y del audiovisual. Dentro de ese grupo, el 49,5% asegura que ha enfrentado acoso físico. La investigación, titulada Después del silencio. Impacto de los abusos y violencias sexuales contra las mujeres en la industria del cine y el audiovisual, se basa en 312 encuestas online respondidas por socias de esta organización (que cuenta con 1.300 integrantes) y completadas con grupos de trabajo y entrevistas a expertas. La conclusión principal es que se trata de “un entorno laboralmente inseguro para las mujeres”.
El análisis —realizado por Nerea Barjola Ramos, politóloga y doctora en feminismos y género, y Bárbara Tardón Recio, doctora en estudios interdisciplinares de género― explica por qué las mujeres no revelan este tipo de agresiones: “El 92% de las mujeres que ha enfrentado violencia sexual no la ha denunciado”. Tan solo el 6,9% lo ha hecho ante un cuerpo de seguridad del Estado, policía autonómica, juzgado u otra institución y un 13,6% “se lo pudieron contar a un responsable (jefa/e o recursos humanos)”, aunque un 94% sí se lo confesó a una persona cercana.
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Desde la izquierda, Guadalupe Balaguer, presidenta de CIMA; Almudena Carracedo, integrante de la comisión de Violencias, y Nerea Barjola y Bárbara Tardón, autoras del estudio, en la presentación del informe sobre el impacto de los abusos y ataques sexuales contra las mujeres en el audiovisual. / EFE
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Ayer, Barjola desgranaba: “Hay una naturalización y una normalización de las violencias en el audiovisual, están integradas y se perciben como inevitables: todo lleva a la cultura de la impunidad. Eso ocurre por una estructura que protege y genera las violencias, desde escuelas de interpretación a despachos de producción. Incluso en los guiones hay narrativas que no dejan lugar al feminismo”. Y ahondaba en que “las jóvenes sufren doble violencia: la de su edad, por tanto condición económica precaria, y la de la jerarquía”.
Me pareció muy pertinente lo que decía Barbara Tardón: “Instamos a todas las instituciones públicas competentes y al sector del audiovisual a, sencillamente, cumplir la Ley de Igualdad, que se aprobó en 2007, y estamos en 2025 sin que se implementen sus medidas”.
Podéis leer más datos, análisis, conclusiones y recomendaciones del informe en este reportaje, aunque hay que entender que el cine es el eco de la sociedad. Es cierto que solo en ciertas artes la mujer ve expuesto su cuerpo (y por ello hay que vigilar, y mucho, los comportamientos en las escuelas de interpretación, y en las relaciones y abusos de poder en teatro, cine y en general en el audiovisual), pero que esto ocurre en todas partes, lo sabemos, ¿cierto? Con todo, el informe de CIMA apunta: “La industria del cine no es un espacio neutral; sus estructuras refuerzan la desigualdad y legitiman las violencias sexuales como parte del trabajo. [...] Los testimonios reflejan que el conocimiento sobre los agresores es colectivo y que, aun así, no se actúa contra ellos. Frases como ‘todo el mundo lo sabe’ evidencian una complicidad estructural que permite la permanencia de los perpetradores en el sector”. Nos queda claro, ¿verdad?
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Régis Debray, Costa-Gavras y el fin de la vida
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Régis Debray, retratado en su casa en Houdan el pasado 15 de abril. / LOUISA BEN
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Para las nuevas generaciones, Régis Debray es, como mucho, alguien relacionado con el Che Guevara (y habría que decirles que el Che es algo más que el rostro molón de las camisetas). Y, sin embargo, Debray ha sido un latido constante en la izquierda francesa, y probablemente en la izquierda de toda Europa. El filósofo (París, 84 años) publicó hace dos años El último suspiro, una obra a dos voces en la que, junto con Claude Granje, jefe de una unidad de cuidados paliativos, aborda la importancia del acompañamiento en los últimos momentos de la vida. En esa vivencia se ha inspirado el mítico Konstantin Costa-Gavras para su último filme, que lleva el mismo título y que se estrena hoy en España.
Raquel Villaécija tuvo el placer hace unos días de entrevistar a Debray en su casa de Houdan, "un pueblo a 70 kilómetros de París, un templo lleno de libros, clasificados por géneros, rodeado de prados verdes y amarillos". Y allí Débray le contó en esta entrevista cosas como esta: “Hay que hacerse a la idea de que el hombre es mortal. Por eso, en el marco de los cuidados paliativos, el problema es ver morir”. Y sobre la peli, confiesa: “Yo quería hacer una película más divertida, pero Costa-Gavras ha preferido hacer una película no sobre la muerte, sino sobre la prevención, una oda a la vida. Es muy valiente en un momento en el que hacemos todo lo posible para borrar la muerte, porque él plantea el debate, no lo esquiva y hace una película sobre un tema tabú”.
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