Buenas tardes, queridos lectores y lectoras,
Esta semana se han cumplido dos años del atentado de Hamás en Israel y del inicio de los bombardeos sobre Gaza, que siguen sin dar tregua. Las cifras terribles se amontonan: muertos, heridos, mutilados, huérfanos, traumatizados. Todos se cuentan por miles. También se nos amontona el horror, un horror indescriptible para que el que, literalmente, no encontramos palabras. Y si algo queremos los periodistas es justamente encontrar las palabras. Las más justas, las más certeras, las que hagan que nuestros lectores estén bien informados y se hagan a la idea de lo que ocurre.
Estos dos años nos han puesto a prueba como reporteros, porque hemos tenido que contar sin ver. Un verdadero desafío. Como ya sabéis, Israel no deja que periodistas extranjeros entren en Gaza y trabajen de manera independiente, lo que nos ha obligado a informar a distancia, gracias a llamadas telefónicas, conversaciones por WhatsApp y sobre todo, a nuestros valientes y comprometidos colegas de la Franja que han sido y siguen siendo los ojos del mundo allá. Unos 200 han perdido la vida violentamente desde octubre de 2023, algunos de ellos directamente tomados como blanco por el ejército israelí. Y todos sienten que su trabajo es a veces denigrado y asociado con los intereses del movimiento islamista Hamás, por el simple hecho de ser reporteros gazatíes.
En los últimos dos años, desde Planeta Futuro os hemos hablado del hambre, de los hospitales bombardeados, de los desplazamientos forzados masivos que vulneran los derechos más básicos, de las enfermedades provocadas por la falta de higiene, de las dificultades de las embarazadas y madres que acaban de dar a luz o de un sistema educativo pulverizado. Hemos contado con la ayuda de periodistas que están o estaban dentro de Gaza. Pienso especialmente en Mohamed Solaimane, Ansam Al Qitaa, Shorouq Shaheen y Ahmed Abu Kmail, que siguen en la Franja, informando en condiciones muy complicadas, y también en Enas Tantish o Eman Alhaj Ali, dos jóvenes reporteras que consiguieron salir de este territorio recientemente.
Hemos intentado acercaros a Gaza y a sus habitantes a través de formatos diferentes: podcasts, galerías de fotos, entrevistas, tiktoks y reportajes más extensos en vídeo. Hemos querido hablaros de personas concretas, con nombre y apellido, para contaros el sufrimiento de centenares de miles de civiles. Por ejemplo, desgranamos los sueños rotos y la muerte a través del diezmado equipo de natación de la Franja, describimos el miedo mirando a los ojos de los hijos de Ahmed Abu Kmail y contamos qué significa ser periodista y jugarse la vida diariamente gracias al testimonio en primera persona de Mohamed Solaimane y de las declaraciones de un grupo de mujeres reporteras.
Informar a distancia exige, entre otras cosas, mucho tiempo. Porque cuesta obtener y verificar informaciones, localizar a las personas cuando tienen batería en el móvil y encontrar puntos con conexión a internet para que nuestras fuentes o colaboradores puedan, por ejemplo, enviarnos un vídeo de dos o tres minutos.
En estos dos años decenas de personas han tenido la generosidad de hablar con nosotras mientras huían sin rumbo, escuchaban las bombas muy cerca, estaban exhaustos por el hambre, intentaban conseguir comida para sus hijos o caminaban kilómetros para buscar agua. Todos y todas sabían que esa entrevista no mejoraría en absoluto sus vidas, pero consideraron necesario dar ese testimonio. En definitiva, quisieron demostrar que siguen existiendo.
Esta semana pude ver en Madrid al abogado gazatí Raji Sourani, director del Centro palestino para los derechos humanos (PCHR), que pudo salir de Gaza tras haber sufrido un ataque directo contra su casa y su oficina a finales de 2023. Desde entonces, pasa mucho tiempo en La Haya, donde la justicia internacional puede hacer que un día Israel rinda cuentas por sus actos en Gaza. Sourani y su equipo llevan años suministrando pruebas, informes, datos concretos... pero los avances son muy lentos, casi imperceptibles, y este curtido activista repitió varias veces la misma frase. "Yo ya no sé qué más puedo hacer".
Todos hemos sentido en estos dos años punzadas de desánimo. Insignificantes comparadas con la frustración de nuestros colegas gazatíes. Ante eso, nuestra única respuesta es seguir contando Gaza.
Gracias por leernos y hasta la semana que viene,
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