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Recuerdos de Stars Hollow
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NATALIA MARCOS
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Alexis Bledel y Lauren Graham, protagonistas de 'Las chicas Gilmore'.
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Hay series que se quedan a vivir con nosotros. No tienen que ser las mejores. Incluso es posible que ni siquiera las tengamos en cuenta cuando nos piden esas listas con lo mejor que hemos visto. Pero son nuestras series, las que son parte de nosotros, las que nos ponen una sonrisa en la boca al recordarlas. Esta semana se han cumplido 25 años del estreno de Las chicas Gilmore (Gilmore Girls). El 5 de octubre de 2000 se emitió el primer episodio en el canal estadounidense The WB (más tarde se transformó en The CW). A España no llegó hasta la primavera de 2003, cuando se estrenó en las noches de La 2 haciendo dúo con A dos metros bajo tierra, ahí es nada. Y hoy quiero recordar con vosotros una serie que se quedó a vivir en mí.
Recuerdo haber empezado a ver Las chicas Gilmore cuando llevaban ya un par de temporadas emitidas. Incluso recuerdo haber empezado en un capítulo a medias cuando se programaba los sábados por la mañana en La 2. Me topé con él y, por algún motivo, me quedé. Supongo que me engancharon su ligereza, su punto excéntrico, los diálogos rápidos. Como en mi casa yo era quien manejaba el vídeo, lo programé (perdón a las nuevas generaciones, que no sabrán ni de lo que estoy hablando) para grabar cada semana en VHS el capítulo correspondiente.
Cuando ya llevaba varios vistos y me había enganchado, me entró la curiosidad: ¿cómo empezaba esta historia? Para recuperar las temporadas anteriores, eché mano de la piratería (nuevamente perdón, eran otros tiempos…). En algún lado en mi casa tengo varios DVD con aquellas temporadas grabadas de Las chicas Gilmore con el número de temporada apuntado con rotulador permanente. Así entraron en mi vida Lorelai y Rory Gilmore, cuyas andanzas devoré, de forma desordenada al principio, y con la pasión de una veinteañera. Yo estaba a medio camino de edad entre Lorelai (32 al principio de la serie) y Rory (16) y me podía identificar con aspectos de las dos. También me engancharon los chicos Gilmore. Obviamente, Luke siempre ha sido el mejor, aunque no pude resistirme al encanto de chico malo de Jess. Dean me ponía de los nervios, y odié a Logan y su arrogancia con toda mi alma. Vi toda la serie doblada al castellano: la miniserie de Netflix es lo único que he visto en versión original. Para mí, Lorelai tiene la voz de Ana María Marí y Rory tiene la voz de Isatxa Mengíbar.
Mi afición a Las chicas Gilmore fue silenciosa. No tenía a nadie alrededor con quien comentarla. Las redes sociales no existían aún o estaban en sus primeros pasos. Probé a ver la serie con mi madre y, aunque no le disgustó, tampoco le enganchó. Era mi serie, mi ratito para mí. Incluso, de alguna forma, me hacía sentir especial. Solo éramos ellas y yo.
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Lorelai y Rory, en una de sus noches de pelis.
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Es curioso su caso. Tengo la sensación de que hubo mucha más gente que la vio tan en silencio como yo. Pero el tiempo la transformó de serie de culto en serie de masas. El tiempo y Netflix, claro, que la incorporó a su catálogo en 2014 (ahora está también en Prime Video y en Disney+). Tal fue el resurgir que vivió, que la plataforma de la N hizo lo que había que hacer: resucitarla con una miniserie de cuatro episodios de hora y media cada uno para que su creadora, Amy Sherman-Palladino, pudiera darle el final que quería y que no pudo darle en su momento (abandonó por diferencias creativas una temporada antes de que terminara). Aquella no fue una miniserie perfecta, pero era justo la serie imperfecta que necesitábamos (solo está disponible en Netflix).
En contra de toda lógica, la serie vive uno de sus mejores momentos de popularidad ahora. Cuando se estrenó en el año 2000, recibió críticas buenas (“agradable y cálida”, dijo Variety; “casi divertida, casi inteligente, casi familiar”, decía The Washington Post; “una agradable sorpresa”, empezaba Entertainment Weekly), pero las audiencias fueron normalitas y por debajo de otros éxitos juveniles del canal como Dawson crece o Buffy, cazavampiros.
El paso de los años ha premiado a esta historia. En 2023, según los datos de Nielsen (que mide el visionado en televisión en Estados Unidos), Las chicas Gilmore fue la séptima serie adquirida más vista de plataformas, por delante incluso de Friends. En The Independent aportan otro dato: en la primera mitad de 2025, el total de horas vistas de Las chicas Gilmore en Netflix fue de 491,4 millones. En ese mismo periodo, Adolescencia se vio 555,1 millones de horas (eso sí, de las Gilmore hay 157 episodios y de Adolescencia solo hay cuatro). Otro dato más: un informe de la consultora televisiva Digital i publicado esta misma semana sobre la atracción de los espectadores estadounidenses por las series de hace años sitúa a Las chicas Gilmore como la cuarta serie con más horas de visionado en Netflix, Prime Video y Disney+ en Estados Unidos entre enero de 2021 y junio de 2025. Está un puesto por delante de The Walking Dead y dos por delante de Stranger Things.
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Alexis Bledel, Kelly Bishop y Lauren Graham daban vida a múltiples conflictos madre-hija en 'Las chicas Gilmore'.
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El 25º aniversario ha despertado la nostalgia de aquellos que la seguimos durante su emisión y los que se apuntaron después. Una zona comercial de Los Ángeles recreó este fin de semana Stars Hollow para atraer a los fans de la serie y celebrar el cumpleaños. También está en preparación un documental sobre ella y nunca se ha llegado a descartar que en el futuro haya alguna continuación más.
The Hollywood Reporter ha publicado una historia oral de la serie con los recuerdos de tres de sus actores y su máxima responsable. En el artículo, Amy Sherman-Palladino (A SUS PIES) atribuye el triunfo de su creación a la magia. “Nos dejaron solos para construir nuestros mundos y nuestros personajes. Warner Bros. dejó de enviarnos notas sobre los guiones. No entendían los guiones. No era suficientemente culebronesca para ellos. Había demasiadas referencias culturales que no entendían. No éramos necesariamente lo que querían o lo que pensaban que necesitaban, pero era otra época. Hoy, Las chicas Gilmore no se habría emitido, ni hablar”. En ese mismo artículo, Lauren Graham (Lorelai en la ficción) dice que está abierta a recuperar el personaje. “Siempre he dicho que una película navideña parece una buena forma de revisitar los personajes. No tendría por qué ser una temporada entera y creo que tendría sentido adornar el pueblo y tener una reunión temática navideña. Eso es lo que yo digo, pero yo no estoy al mando”.
En la televisión hay muchas cosas que no tienen explicación. Hay éxitos incomprensibles y fracasos con menos sentido todavía. Lo que ha ocurrido con Las chicas Gilmore es alquimia, como decía Sherman-Palladino. Quizá parte del secreto de su supervivencia y el gran momento que vive sea que se trata de una serie que transcurre en un lugar donde el tiempo parece haberse parado y en un espacio alternativo fuera del mundo real. Un pueblo al que se pueden asomar las nuevas generaciones y no se sentirán expulsados. Un lugar donde las cosas se pueden arreglar con una taza de café y una sonrisa. Que las relaciones madre-hija son un asunto atemporal y universal con el que siempre conectaremos. Que es una serie con corazón, con alma. Al final va a resultar que el que esta serie amable, acogedora, puro entretenimiento, se haya convertido en parte de nuestras vidas tenía, en realidad, todo el sentido del mundo.
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Lo que estoy viendo
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Luis Zahera y Lucía Caraballo, en 'Animal'. / JAIME OLMEDO (NETFLIX)
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Quién iba a imaginar que el estreno bueno de Netflix del viernes pasado no era Monstruo: la historia de Ed Gein, sino Animal. Empiezo por la primera. Casi se podría decir que la tercera temporada de la antología producida por Ryan Murphy es un desastre. Se supone que cuenta la historia de Ed Gein, asesino y profanador de tumbas que inspiró varios asesinos de ficción. Y sí, la cuenta, pero hay tantos problemas que no sé ni por dónde empezar. Partiendo de que, en su gusto por el gore y las escenas gráficas, termina cayendo en lo que la propia serie trata de denunciar sobre aprovechar su historia para sacarle rédito. La trama se pierde con tanto cruce de historias (la de una criminal nazi, la de Anthony Perkins, la de Hitchcock, la de Tobe Hooper, la de una novia perturbada del asesino...). La realidad se retuerce tanto que no queda claro qué ocurrió y qué no. Quien llegue al último episodio creerá estar viendo alucinaciones con un homenaje descarado a Mindhunter que no sé si me gusta o me parece una blasfemia. Charlie Hunnam le pone muchas ganas y esfuerzo, desde luego, pero la serie es un caos difícil de sostener.
Sí cumple mucho mejor Animal (Netflix). La comedia española protagonizada por Luis Zahera es fresca, entretenida, ligera, tierna y divertida, que es de lo que se trata (aunque va perdiendo fuerza según avanza). Zahera tiene un personaje hecho a medida para sacarle partido a su vis cómica y qué bien una serie gallega en la que el narco no sea el centro. Sus capítulos de media hora son el refugio perfecto para el final del día.
Si se busca menos ligereza y una historia más intrincada, está el estreno de El Centro (Movistar Plus+), una de espías a la española. Solo he visto la mitad de los capítulos, pero ya veo que es una serie bien narrada, que sabe mantener la tensión en los momentos en los que debe hacerlo y aflojar cuando corresponde y con buenas interpretaciones. Hay operaciones de espionaje internacional que salen mal y que salen bien, periodistas que se cruzan por el camino, malos inquietantes y el correspondiente topo. Todo lo que se espera de una serie de espías.
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