Trump, el convicto. Un juez de Nueva York sentenció el pasado viernes que el presidente electo de Estados Unidos cometió 34 delitos de falsificación de facturas, cheques y registros contables para ocultar la compra del silencio de una actriz porno, Stormy Daniels. Esta sentencia, como nos contaba nuestro corresponsal jefe en Estados Unidos, Miguel Jiménez, es muy grave y, al mismo tiempo, se quedará en nada. Trump ni siquiera tendrá que afrontar una multa ni mucho menos ir a la cárcel. Pagará, eso sí, con el oprobio de ser el primer presidente delincuente de Estados Unidos.
Cuando lean nuestro siguiente boletín, Trump ya será presidente. El próximo lunes, 20 de enero, asumirá su cargo. En vísperas de ese acto solemne en Washington, cunde la incertidumbre. Especialmente en quienes tendrán al nuevo mandatario como un vecino que se prevé belicoso, como ya sucedió durante su primer mandato:
Incluso dentro de las fronteras de EE UU, cunde el temor entre los rivales políticos de Trump. Por ejemplo, en California, donde el martes se cumplió una semana de los incendios que han consumido más de 15.000 hectáreas.
Las heridas abiertas de Groenlandia. Una sola frase puede marcar el tono de una crónica. Vean cuál es en el arranque de este texto escrito desde Groenlandia por nuestro compañero Antonio Jiménez Barca: “En los años cincuenta del siglo pasado, una veintena de niños inuit de varias aldeas de Groenlandia de entre cinco y nueve años fueron arrancados de sus familias y llevados a Copenhague a fin de que aprendieran el danés”.
Esa es la clave: “Arrancados de sus familias”.
El desarraigo de esos niños por el entonces colonizador danés, las esterilizaciones de mujeres, el racismo que, de forma encubierta, perdura, son algunas de las heridas abiertas en esa isla helada cuya propiedad ambiciona Trump. En los dos magníficos textos que encontrarán a continuación, nuestro enviado especial destaca un rasgo del carácter del pueblo autóctono inuit: la reserva, el sopesar las consecuencias de las acciones. Quizás por ello, en esa isla de paisaje azul y helado “que sobrecoge” —describe Antonio— el deseo de independencia de Dinamarca es mayoritario. Pero no para ahora.
Venezuela. Nicolás Maduro ha optado por vencer, incluso al precio de no convencer. Para empezar, a la comunidad internacional, que ha repudiado su toma de posesión como presidente el pasado viernes sin haber mostrado esas actas que, de acuerdo con los observadores internacionales, conceden la victoria a su rival, Edmundo González. Maduro es de nuevo presidente de Venezuela, pero ahora lo es, como Donald Trump, con un epíteto deshonroso: el de ser un líder “autoproclamado”.
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