Toda la actualidad cinematográfica
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Y David Lynch se fue a su paraíso
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GREGORIO BELINCHÓN YAGÜE
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Hola a todos:
Esta newsletter no iba a empezar así. Este boletín iba a recuperar las mejores películas para conocer Los Ángeles (y mira que las hay), una ciudad asediada por los incendios y que siempre ha vivido en eterno estado de reconstrucción.
Sin embargo anoche se anunció, vía Facebook, el fallecimiento de David Lynch a sus 78 años. El pasado agosto hizo público que padecía un enfisema pulmonar, pero que no le impediría trabajar. Y para mí, Lynch es mucho Lynch. Sé que ha sido un creador prolífico, irregular, sin cortapisas (luchó siempre por mantener el control creativo)... con todo, creó un puñado de obras maestras. No se plegó ni a condicionantes, ni a formatos, ni siguiera a disciplinas artísticas. Ah, y por cierto, en la lista de películas a recuperar sobre Los Ángeles, aquí van tres del cineasta fallecido: Carretera perdida, Mulholland Drive e Inland Empire. ¡Ah! y algunas partes de Twin Peaks: el fuego camina conmigo. Lynch hoy atraviesa esta newsletter.
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David Lynch sostiene la Palma de Oro de 'Corazón salvaje'.' junto a Isabella Rossellini, en mayo de 1990. / ERIC ROBERTS (GETTY IMAGES)
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Hay algo maravilloso en la obra de Lynch: la mayor parte de las veces no se cimenta en explicaciones lógicas, pero como espectador siempre he sentido que sí encaja en las entrañas, en la parte onírica del ser humano, que esas historias solo pueden desarrollarse como el cineasta las contaba. La vez que más cerca pudimos estar de que Lynch entrara en consideraciones pragmáticas fue cuando en 2017 se embarcó en su biografía. Pero claro, o hizo a su manera: la periodista Kristine McKenna afrontó, hablando con más de 100 personas, la escritura del relato biográfico al uso, y tras cada episodio, Lynch se zambullía en el suyo, erigiendo sus memorias desde sus emociones: “Utilizando los recuerdos de los demás para desenterrar los míos, redactaba mi propio capítulo”. Y explicaba en el inicio de aquel Espacio para soñar (Reservoir Books): “La conciencia humana es demasiado vasta para confinarla entre las cubiertas de un libro, y cada experiencia tiene demasiados elementos a tener en cuenta. En resumen, aspirábamos a que esta biografía fuera la definitiva, pero sigue siendo un mero esbozo”. Hay muchos libros sobre él, puestos a seleccionar uno, leed Espacio para soñar.
Hablar sobre Lynch requiere abrazar lo onírico. Cuidado, no lo irracional, sino sumergirse en otros estados. A muchos solo les atraen sus películas de narrativa más clásica, como El hombre elefante o Una historia verdadera. Confirmación de que hay muchos Lynchs. Otros se quedarán con el terremoto televisivo que supuso la primera emisión de la serie Twin Peaks a inicios de los años noventa.
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David Lynch, posa en la inauguración de su exposición 'Entre dos mundos' en la Galería de Arte Moderno de Brisbane (Australia), en marzo de 2015. / GLENN HUNT (G. I.)
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Durante aquellos años noventa participé en un programa de radio llamado Terciopelo azul: no decidí el nombre, pero lo heredé orgulloso (en Onda Latina, una pequeña emisora en el sur de Madrid capital, la única hora a la semana en la que vocalizaba alto y claro). Esa es una de las grandes películas. Además este fin de semana, para darnos un baño lynchiano, ahí están Mulholland Drive, Carretera perdida, Twin Peaks: fuego camina conmigo (qué poco se la conoce y qué grande es), Cabeza borradora y todas las anteriormente mencionadas. Hace mucho que no he visto su Palma de Oro, Corazón salvaje, y no soy fan de Inland Empire.
Quedarse con esa faceta de Lynch es solo rascar parte de su arte: grabó discos, creó todo tipo de obras audiovisuales, expuso en galerías de todo el mundo, y en los últimos años además de reinar en internet con sus partes meteorológicos diarios estrenó corto tras corto. Y siendo inigualable logró una cascada de cineastas seguidores, fascinados ante las puertas que abrió Lynch en la narrativa clásica.
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David Lynch, en marzo de 2002. / CHRIS WEEKS (G. I,)
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Fue un enorme prestidigitador e ilusionista. Porque cada uno ve lo que quiere ver: Lynch enseña al espectador lo que él desea que vea, mientras el público probablemente crea que está ante otra cosa, y en realidad estará sucediendo una tercera. El Espíritu Santo cinematográfico.
Jordi Costa, probablemente el crítico que mejor ha diseccionado a Lynch, escribió en 2016: "Lo lynchiano tiene que ver con una estratégica distorsión de lo cotidiano que, a través del poder hipnótico de sus imágenes, cumple el sueño del cine expresionista de abrir una puerta al otro lado". Para mí fue siempre como si un personaje de Norman Rockwell llevase décadas habitando y disfrutando las pinturas negras de Goya.
Ayer tuve el honor de escribir un apunte rápido sobre su obra (lo enlazo aquí por egolatría). Recordé que David Lynch nunca dejó de lado lo que le rodeaba, aunque siempre lo percibió, lo plasmó y lo escuchó a través de su mirada. Lo que para el resto era enigma, para Lynch eran conexiones neuronales que le ocurrían a él, de forma orgánica. Que jamás explicó, claro, porque él solo quería hablar de la meditación trascendental (aún recuerdo su charla desopilante en el festival Rizoma). Y me acordé de una gran anécdota: Mel Brooks, el cómico, le contrató para El hombre elefante, porque vio Cabeza borradora en un pase que le convirtió en uno de los primeros abducidos por el cineasta. Finalizada la proyección, Brooks salió disparado a por Lynch, le abrazó y le dijo: “Eres un demente. ¡Te quiero!”. Después de Brooks, millones más hemos sentido lo mismo: siempre al lado del creador que turba al ser humano.
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La temporada de premios sigue alterada por los incendios | | | | |